Aquí me encuentro de
nuevo...
En otra de mis largas noches de insomnio
¿Tal véz sea causa
del exceso de cafeína que fluye por mi sangre? Pero que esperar de
un adicto a cafés fríos y aguados.
¿O tal vez, este desvelo, se deba a
que mi demente cabeza a comenzado a funcionar otra vez al revés y se despierta cuando le tocaría estar durmiendo?
Observo el
reloj que tengo apoyado en una de las estanterías, lleva cerca de un
año marcando la misma hora: las seis horas, cuarenta y dos minutos y
cuarenta y cinco segundos de la tarde... seguramente de algún día,
frío y lluvioso, que se esfumo con el último portazo que dio el
invierno antes de marcharse.
Es curioso, pero no hace mucho a
mi me paso lo mismo. Parte de mi tiempo se detuvo cuando vi marchar
por última vez a una persona que en un pasado fue única para mi. En un momento dado tienes que aprender a vivir
sin nada de lo que tenias hace un par de meses atrás... sientes como todo el cariño se transforma en algo tan nocivo y
dañino como el humo que te echan a la cara cuando vas deambulando
por esta frívola ciudad, sin ningún lugar en mente y dejándote
llevar unicamente por la barahúnda de tus pensamientos.
Al fin y a cabo
sera otro capitulo más del cual extraes una enseñanza. Como en las
fabulas que nos leían de pequeño, donde al final del cuento se
hallaba una moraleja que nos hacia aprender una nueva lección de
moralidad y que olvidábamos al cabo de cinco minutos debido a
nuestras prematuras y tiernas mentes.
La única diferencia es que
ahora ya no soy aquella inocente criatura, que vivía entre fantasías
y cuentos, y se que al final de esta historia no encontrare ninguna
moraleja que me haga sentir mejor.
Ya que lo único que queda...
Son los
restos quebradizos de las memorias, que un día vivimos, y tu tacto
desgarrándome la piel y firmando con mi sangre la ultima hoja de
nuestro testimonio.